"Cada niño sigue su propio ritmo"


“Cada niño sigue su ritmo”. Frase que hoy en día escuchamos muchas veces. Si me pidieran que describiera esta frase con dos adjetivos, creo que elegiría respetuosa y peligrosa. Y os voy a explicar por qué.

Vamos a empezar con la vertiente respetuosa. En los últimos años, estamos ante una corriente educativa en la que respetar los ritmos individuales de los niños está más presente tanto en las familias como en las escuelas. Un cambio muy positivo, algo lento en el ámbito escolar, pero totalmente necesario a nivel social, para romper con las convenciones tradicionales y a la vez, dar al niño el lugar que merece.

Como doble efecto a esta manera respetuosa surge su vertiente peligrosa. Y es que, ¿dónde está el límite (o donde ponemos el límite) entre tener un niño que sigue un desarrollo “normal” y un niño que no lo sigue? ¿Cuándo tengo que preocuparme si cada niño sigue un ritmo y de ahí puedo interpretar que antes o después hará X?

Para que la tarea sea un poquito más fácil tanto para las familias como para los profesionales, desde la psicología del desarrollo y la pediatría se elaboran guías con diferentes hitos que los niños deberían haber alcanzado a cierta edad. Desde los centros de atención temprana también se elaboran este tipo de guías, y normalmente éstas otras, señalan cosas que nos deberían llamar la atención si los niños no cumplen a cierta edad.

Pongo un ejemplo para explicarme mejor. Si miramos una guía o manual de psicología del desarrollo indicará que, un bebé, alrededor de los 6 meses se empezará a sentar y mantener sólo.  En una guía de atención temprana nos indicará que si el niño entre los 9-12 meses aún no se sienta, entonces debería valorarlo un profesional.

Y como familias, ¿Cómo interpretamos esta información? Aunque es muy difícil, lo más importante es estar tranquilo y no agobiarse cuando leemos la información. Siguiendo el ejemplo de sentarse a los 6 meses, os diría que, si vuestro hijo tiene 6 meses y aún no se sienta, no hace falta alarmarnos, pero tenemos que observar cuánto de lejos está de poder hacerlo. Podemos hacernos preguntas tipo: Aunque no se mantiene sentado, ¿se sienta y permanece en la posición unos segundos? ¿O por el contrario no es capaz de hacerlo? Sea cual sea la respuesta, lo ideal sería observarle y ver cómo evoluciona. Si el niño ya está más cerca de los 9 meses y aún no consigue sentarse, entonces, no estaría de más preguntarle a un profesional. Puede ser que no pase absolutamente nada y el peque esté completamente sano, pero si necesitara algún tipo de refuerzo, cuanto antes se empiece, mejor.

Y de la misma forma pasa en las demás áreas del desarrollo: comunicación, control de esfínteres, etc. Pongamos un ejemplo con el tema de controlar el esfínter. Una niña que tiene 24 meses y aún no controla el esfínter. ¿Debemos preocuparnos? Pues en principio no, seguramente que la niña aún no esté en su momento evolutivo y en los próximos meses, esto empiece a cambiar. ¿Y si llega el tercer cumpleaños de la niña y seguimos igual? Si está igual (y con igual me refiero a idéntica situación, es decir, moja el mismo número de pañales y con la misma frecuencia) entonces recomendaría preguntar a un profesional. Es importante observar evolución y que la evolución se dan, más o menos, dentro de unos parámetros (hitos evolutivos).

Los hitos evolutivos tenemos que interpretarlos como guías: como ya hemos visto, habrá niños que lleguen antes a ellos y otros que tarden un poquito más. Cuando manejamos este tipo de información también es importante ver la globalidad de las descripciones que nos dan las guías.
Por ejemplo, encontramos en una guía de atención temprana que deberíamos consultar a un profesional si un niño entre los 2-3 años:
  •          No anda sólo
  •          No sube ni baja escaleras agarrado de la barandilla
  •           No hace frases sencillas
  •          Presenta rabietas, se muerde, se golpea
  •           No se relaciona con otros niños

Tal vez cuando lo leamos pensemos: “¡Pues mi hijo tiene 30 meses y rabietas continuas y yo le veo fenomenal, no creo que le pase nada. A veces, de la frustración, incluso se muerde! Pues seguramente tengas razón, porque las rabietas pertenecen a esta etapa evolutiva, ¿quién no ha escuchado hablar de los famosos 2 años? También es frecuente que, al no saber gestionar bien sus emociones, se muerdan en ocasiones.  Si bien, según el niño se acerque a los 3 años, las rabietas deberían ir disminuyendo (en frecuencia, intensidad o duración) y el autocontrol aumentando. Esto, de ninguna de las maneras significa, que a los tres años ya no tengan rabietas y controlen sus emociones perfectamente.

Pero si cuando leemos los hitos anteriores creemos que describe bastante bien a nuestro hijo, entonces necesitamos que nos hagan una valoración y dar a nuestro pequeño el apoyo que necesita.



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